viernes, 5 de septiembre de 2008

Mujeres de Valdivielso en su fiesta (07.08.08)

La bondad del día anunciaba una jornada cargada de emociones. La fiesta de mujeres que cada verano organiza Aurora Galaz se celebró el siete de agosto en Valhermosa. Las mujeres del pueblo anfitrión salen a recibir a sus vecinas, que llegan en dos autobuses. Se juntaron ochenta y dos. Subieron a la ermita de Santa Bárbara, donde las esperaba una misa oficiada por el jesuita Rafael Sainz. Para regocijo de la concurrencia, el celebrante anunció una homilía tipo minifalda: “corta, ajustada y que enseñe mucho”. El chascarrillo dejó paso a una alocución comprometida, cuyos protagonistas antagónicos fueron el consumismo voraz y el ejemplo de fray Antonio de Valdivielso, obispo mártir de Nicaragua en el siglo XVI. El padre Rafael, natural de Hoz y destinado en Burgos, reivindicó la figura histórica de fray Antonio, natural de “Villahermosa”. Incluso se atrevió a decir que el obispo acaso haya misado en “esta misma ermita”. Señaló que el emperador Carlos V declara, en una carta dirigida al Papa en 1543, que “es persona benemérita y cual conviene para la salvación de las ánimas de los indios naturales de aquella tierra”. En su documentada semblanza, habló de que el dominico denunció la “opresión” de los indios, así como el “despotismo y arbitrariedades” de las autoridades nicaragüenses. El jesuita cerró su amena prédica proponiendo al ayuntamiento de la Merindad recuperar la memoria de fray Antonio de Valdivielso. Las preces fueron aún más rotundas. Las mujeres pidieron, por no decir exigieron, que se las respete y considere, en clara alusión a la violencia familiar, discriminación laboral y ausencia de reconocimiento en tantas cosas. ¡Por los clavos de Cristo, ya es hora! La colecta se hizo a favor de las misiones en Sudamérica del padre Pitín, también hombre del Valle, y se recaudaron 214,70 euros. La gente ha sido “generosa”, advertía Aurora, que rauda contaba monedas y billetes sobre el altar en presencia del cura, Mariví y Vita. La paz fue momento expresivo, entre besos y manos, reconciliación sincera, afectuosa… Como lírico el final de la liturgia, donde no podía faltar el poema escrito y recitado por Tinita: “Y juegan las palabras en boca de la Hermosa / de la hermosa del Valle (…) / grabadas en el cielo / Y mis ojos curiosos / Valhermosa leyeron”. Pero antes de que el oficiante nos dejase ir en paz, en procesión fuimos, calle abajo, hasta la fuente vieja. Allí las Luci, Marines, Cecilia, Begoña, Susa, Alicia, Celes, Arita, Isabel, Pacita, Irene, Ana, Rosi, Nati, unas y otras, plantaron un nogal. Tras un aperitivo ofrecido por el alcalde pedáneo, las mujeres de Valdivielso continuaron su fiesta en Villarcayo.
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