
La primera noticia la recibí por correo electrónio, ayer. Se había muerto Pedro Barcina. Nos dejó impresionados en casa. Aún tenemos el recuerdo vivo de este verano, cuando dedicamos una tarde a escuchar sus lecciones y vivencias con la dulzaina. Los niños, sentados en los bancos de la iglesia del Almiñé, escuchaban y aplaudían a Pedro. El mismo templo donde ayer se celebró su funeral -no cabía un alfiler-, según contó mi suegra por la noche. En la voz se le notaba la tristeza.
Vivo tengo el recuerdo también de la fiesta de la Merindad de Valdivielso, poco antes del verano. Su ímpetu y gracejo animaban el baile en el atrio de la iglesia de Valdenoceda. Mucho me gustó aquel rato, incluso bailé con Milita. Pedro Barcina, una institución en el Valle y más allá. Y aún lo veo soplando y recorriendo las mesas en Goián, cuando se casó la Vita.
Ayer en Galicia el viento también soplaba fuerte, como Pedro con su dulzaina, cuyo sonido estridente y festivo escucharemos siempre. Añorado Pedro Barcina.
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