viernes, 20 de agosto de 2010

Voces de Valdivielso

El Valle de Valdivielso es verde. Verde intenso el de los ciruelos y cerezos. Verde oscuro el de los robles y encinas. Verdes salpicados por los suaves dorados de los cereales, y contrastados por las marrones tierras de la siembra.
Al cruzar el Ebro por Puentearenas, los chopos te reciben con una fragancia que te ensancha los pulmones y te orea la cabeza. Erguida y sobresaliente dice hola la ermita románica de Tejada. 
Las voces de los hombres anuncian que el chiringuito de Arroyo está abierto. Por encima de todos alguien dice no empecemos a “amochar", que significa ir a por el contrario. Las paredes están decoradas con óleos de los pueblos pintados por Milita. Es un bar donde los agricultores muestran sus piezas de exposición: tomates, calabacines, cebollas, patatas... Orgullo de labrar y regar la tierra.
Es un año de cosecha tardía. Los árboles están preñados de fruta. En Valhermosa las ciruelas vencieron una rama sobre la calle que sube a la ermita de Santa Bárbara. Los nubarrones, sin embargo, no vierten.
Al atardecer se escuchan las voces de las mujeres por los caminos; la gran mayoría pasean, otras aprietan la zancada. En el sur del Cercao un bebé de tres años conserva magníficos racimos de cerezas negras, y dulces como una mamá. 
Ruta el viento de la sierra de la Tesla. Es otra voz que acompaña al caminante, como la voz radiofónica de Jokin, que desde Quintana, en valle arriba, ondea hasta Panizares, en valle abajo. 
Las voces de los niños, gritonas y con acentos distintos en agosto, auguran el futuro de Valdivielso. 

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