Puente Arenas es un pueblo largo, proporcionado y pegado al Ebro, cuyas aguas anchean río arriba. Por la senda marcada hasta el puente nuevo, que ya tiene un montón de años, discurre un agradable paseo con sorpresas. Tras una suave pendiente se otea el desfiladero de Los Hocinos. El cauce es su calle natural desde donde se elevan los rocosos y verdes rascacielos, por cuyas cumbres planean los buitres. Un rectilíneo salto de agua cruza hasta la antigua cárcel donde encerraron y represaliaron a tantas personas del Valle de Valdivielso. Hoy se sigue investigando sobre su calvario y destino, siempre en la memoria de sus seres queridos.
Más adelante, al pie del río, se abre un remanso de paz con una extensa lámina de agua, sobre la que suspiran chopos tan altos como el telón pétreo que recoge este lugar con encanto. Al llegar a la carretera cruzamos a la margen derecha dispuestos a emprender la subida hasta la bandera. Serán unos dos o tres quilómetros por un camino bien señalizado, estimulante a medida que vas ganando altura, pero pedregoso hasta la mitad del itinerario previsto. Encinas, robles, bojes nos dan buena sombra a media mañana. También descubrimos madroños, tundras y jerbos.
A pocos metros del objetivo nos sonríe la suerte al topar con Julio, que nos cuenta que ha sujetado la enseña con un mástil de seis metros reforzado con tres vientos. También nos informa de que cuando terminemos de subir hallaremos una bolsa blanca colgada de una rama, y un poco antes deberemos coger hacia la derecha, en vez de seguir las marcas del sendero. Mi compañero, Gelito, busca y rebusca entre los frondosos arbustos hasta que da con la roja y gualda al aire. Sobre nuestras cabezas circundan los gigantescos bichos que me afano en capturar con mi móvil. A nuestras espaldas queda el sur y a nuestras vistas, una panorámica abismal.
A la derecha, los pueblos de valle arriba; a la izquierda, las fincas y caminos a Manzanedo y Villarcayo. Hacia abajo, el vértigo. La brisa es suave y el sol no aprieta. La belleza del territorio siempre está ahí, pero los pueblos los hacemos las personas. Esa es nuestra patria.
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