lunes, 23 de septiembre de 2024

La fiesta del pueblo

Desde primera hora se afanan las cuadrillas. Hay que disponer las mesas con los cubiertos para la comida de hermandad: preparar cazuelas y parrillas para los arroces y los asados, traer las cervezas y los refrescos, sin olvidar las cafeteras… La mañana debuta fresca y luminosa al pie de la sierra de la Tesla. Las guirnaldas adornan la plaza de Santa Bárbara, donde ya se instala el mercadillo local. La agitación aumenta al compás de los pasacalles a cargo del trío La Horadada de Trespaderne. Huele a Merindad de Valdivielso, catorce pueblos que miran al Ebro desde ambos márgenes del río, bajo la protección del castillo de Toba.

La diana recorre las tres calles y en cada casa habitada sacan pinchos y bebidas a los vecinos. La dulzaina de Sergio flota, estridente, por encima del griterío con la ayuda de la caja de Eduardo y el bombo de Fran. El rojo pendón se recuesta sobre la ermita con el nombre del pueblo, que fue bordado por las monjas de Castil de Lences hace veinte años. Crecen la algarabía y los besos, es un encuentro de afectos estimulados por el ambiente. Vienen de otros pueblos, incluso de Uruguay –como Susana y Guzmán–, y hay personas que hace tiempo que no se ven. La convivencia no deja a nadie atrás.

Acaba de llegar Antonio Kim, un joven sacerdote coreano que ya misó aquí otras veces. Las vocaciones religiosas ahora nacen fueran de España. Durante la homilía habla de que todos tenemos preocupaciones, pero su mensaje principal es que debemos aceptarnos los unos a los otros. Kim no se anda por las ramas ni larga una prédica insoportable al uso. Crescen y Charo hacen las lecturas con melodía vasca y castellana. Y cuando llega la consagración suena desnuda y medieval la dulzaina con aire militar. El momento de la paz devuelve las sonrisas a los fieles. El coro de Valdivielso, con pañuelo rojo al cuello, canta la eucaristía bajo la dirección de Jesús, que también toca la guitarra. 

Antes de la misa, se celebra la procesión como manda la tradición. Abre Torines la comitiva portando el “lignum crucis”. Detrás va el alto estandarte que, con brazos fuertes, eleva Sinfor; después de un escarceo que se atrevió a hacer este cronista. A continuación van el cura y el pedáneo. Y los que quieren los siguen cual una manifestación. Jose, como buen anfitrión, vigila que todo esté a punto; mientras Yoli, que andará entre potes y cocinas, no para ni un segundo. Unos trabajan generosamente para que los demás gocemos. Cierto es que también hay un par de hombres en las brasas. Entre tanto, Irene, que ha venido de Madrid a ver a sus abuelos, saca fotos y graba vídeos a destajo.

Carlos, que estos días necesita sosiego, no puede salir. Hsiayou no le pierde ojo ni le pierde amor. Pero sus convecinos les llevan paella para que coman algo de la ración común. Compartir ayuda a arrinconar las penas. Queremos y nos dejamos querer. Y entre músicas, voces y cuchipandas discurre el día. Es la celebración de la Santa Cruz en Valhermosa. Es la fiesta del pueblo.

martes, 10 de septiembre de 2024

Celebremos la vida


Valdivielso es siempre un evocador remanso de paz. Las aguas del Ebro bajan mansas hasta Cereceda, aunque yo no me fío de las corrientes en el Aguadero de Condado donde la mocedad refresca sus adolescencias. Los catorce pueblos de la Merindad, todos bonitos, unos más grandes y otros más chicos, se asientan en armonía con los campos, los caminos y las faldas montañosas que protegen el Valle.  Mónica, natural de la capital mundial de la salsa (Cali, Colombia), me vende media panadería de Quintana. Su compañero, Marcos, un gallego de Vilalba, reparte el pan de aldea en aldea. Sabe delicioso, como los pasteles de Íñigo, la afamada confitería de Villarcayo.

Gelito y Amaya, todo fibra, suben caminando desde Hoz a saludar a Marines y a Manolo, el gallego afincado en esta tierra desde hace más de sesenta años. El domingo hubo misa en la ermita de Santa Bárbara. Vino de Burgos a oficiarla el vicario pastoral de la Archidiócesis, José Luis Lastra. Al puñado de vecinos de Valhermosa y Arroyo que asistieron a la eucaristía les dijo que eran “afortunados”. En el funeral del día anterior que se celebró en Población por Jesús y Antonio, cuyas cenizas se depositaron en el cementerio del pueblo, Juanmi, el párroco, reconoció que permanecía el dolor por la ausencia, al tiempo que invitaba a celebrar las nuevas vidas que llegan a las familias.

Los exagerados calores de la sobremesa tumban las almas detrás de las persianas. Las casas se cierran sobre sí mismas como si fuesen refugios de guerra. La siesta y el silencio se apoderan de los cuerpos. Pero a media tarde siempre hay quien se levanta de la cama para ir a la finca. Otros se disponen a salir en busca del paseo y de la fresca, que estos días se hace la remolona hasta la noche. Los días en agosto ya son más cortos. Lo mejor de mis veranos en el Valle de Valdivielso son el encuentro con la familia, la gente y sus singulares biografías. La memoria y la felicidad van juntas.