miércoles, 19 de agosto de 2009

Un paseo con el corazón: de Valhermosa a Tartalés de los Montes

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El sol está alto, son las once y los caminantes, tres. Se echan a andar por el pontón reconstruido en estos años, aunque medio invadido de zarzas. Abajo, junto al nogal que plantaron en agosto pasado las mujeres del valle, se ve el nuevo parque infantil que han hecho este año. Los nichos del camposanto miran al sol y a la pared de la espadaña de la iglesia de Valhermosa. Quién sabe si algún día no se caerá sobre Heraclio Palencia, Paulino Bueno y demás vecinos, en cuyas lápidas se puede leer la historia de este pueblo. Hace tiempo que no coinciden los tres andarines, así que la mañana promete. Van por el camino primitivo a Hoz, que más pronto que tarde sale a la carretera. Las tierras de valle abajo se acuestan, extendidas, sobre el río Ebro, todavía bebé. Este año se ven campos enormes de girasoles, como por las zonas vecinas: La Bureba, La Mazorra, Villarcayo. Antes de subir saludan a Damián, que se afana en regar su huerto. Las peñas verticales ciñen el desfiladero de película. Chema, que se ha dejado barba y esconde la mirada tras unas gafas negras, recuerda en voz alta que hace treinta y nueve años que viene a Valdivielso. De aquí era Encarni, la madre de sus hijos. Ella también sube en el corazón de los tres amigos. Una de las hoces próximas al túnel tiene el murete exterior derruido desde hace años. También la calzada, cuanto más subes, más baches; igual que la carretera que entra en El Almiñé, valle arriba. Ya bajo el paso subterráneo, de escasos veinte metros, el firme se borra. Pero Manuel sube feliz, por la compañía, por lo que ve en todas direcciones y por lo que mete en su cámara compacta. Paulino señala que esta carretera tendrá cincuenta y cinco años. Tartalés es hoy un pueblo feo. Sin embargo, en el pasado tuvo que ser bonito y equilibrado como los hermanos que beben en el Ebro. Ese pasado no tan lejano en que no había platos soperos y rastrillos en cornisas y tejados, ni tampoco somieres atrancando las calles, aunque al parecer es para evitar que las vacas pasen. Vacas y ovejas son la ganadería que pervive en el valle, pero solo en Tartalés y Quintana. En lo más alto del pueblo está la belleza, su iglesia románica, que bajo su espadaña luce una ventana con arcos arabescos, quizá huellas mozárabes. De los tres, Paulino, que es el único nacido en el valle, cuenta dos episodios a ambos lados del túnel. En cierta ocasión un nublao tiró el muro de contención del arroyo encauzado, con lo que los vecinos pidieron ayuda a los otros pueblos; y él, por indicación de su padre, formó parte de la cuadrilla que puso las piedras en su sitio. Y en otro tiempo, un burro se despeñó desde el camino viejo a su paso por la cascada y la roca horadada, que al parecer no murió. Los recuerdos vividos, oídos y sentidos refrescan el alma de los andariegos. Manuel también se refresca los pies en el lavadero que hay al pie de la subida, ya de bajada. ¡Pies: ¿para qué os quiero?! Para caminar siempre juntos.

domingo, 9 de agosto de 2009

A los tejos de Panizares por la Peñaescalera


Created with Admarket's flickrSLiDR. (08.08.09) El día no acompañó, pero se aprovechó. Niños, papás y abuelos nutrían una cuarentena de senderistas. Para muchos era la primera vez que subían a ver los tejos que dicen de Panizares, aunque del pueblo bien lejos están. Patricio, que se atribuyó noventa veces, no sé si bien contadas, guió la excitante excursión. Tras cruzar el pueblo, que esconde placas de hormigón a la vista, así como algún coche, electrodoméstico y maquinaria oxidada en estado de abandono, iniciamos la senda que nos llevaría a la Peñaescalera, donde posamos para unas fotos de teleobjetivo. Qué vistas magníficas del río, la presa y Cereceda, que ya no pertenece a las Merindades. Estábamos subiendo por la cara sur de los montes de Tartalés, según dijo una voz del grupo que marchaba en fila desde las ocho y veinte de la mañana. Un niño resbala y su padre le recrimina: -Van a pensar que no eres de pueblo. -¡Pues las de pueblo nos llevamos unas hostias...! -arguye desde atrás una muchacha de pelo rojo natural y esbelta como un chopo que se llama María. Árboles y arbustos hay para cien lecciones. Y diría que pinos, para dar y tomar, porque el itinerario está lleno de piñas, algunas sabrosamente roídas y comidas por las ardillas. Las nubes y la niebla apenas mudaron mientras crecía la mañana. En algún tramo chispeó y hasta el frío se hizo notar. Alguien comentó que la tierra que pisábamos debía ser muy buena para las camelias por su acidez. A casa nos trajimos un par de muestras de carbón vegetal. Aún no serían las once cuando salimos al llano, cubierto por mantos de grandes helechos a ambos lados del camino ancho. Los perros, Ros y Luna, circulan sin descanso p'alante y p'atrás. Llegamos al pilón vallado, pero franqueable, al tiempo que Alicia exclama a ver quién es el guapo que se baña en pelotas. El guiador solo nos deja comer una fruta, porque queda el último tramo con una subida de taquicardia. El monte se empina y el suelo, de tierra y piedras, se hace muy resbaladizo. Lo cojonudo, si se me permite el calificativo, es que después de subir bastante hay que descender hasta llegar a los bimilenarios, dicen, tejos. Y claro, bajar resulta peor que subir, sobre todo si no tienes botas o zapatos apropiados. Y vaya troncos: el número 2 tiene 117 cm de diámetro, según reza su plaquita metálica con que los han numerado recientemente. Extienden sus raíces, en superficie, cuales pulpos gigantes. Es una zona umbría donde los tejos se arriman a tilos e incluso hayas. Entre tanto y entre fotos sin flash, Patricio se afana en buscar la cola de la novia, bautizada así por él y otros por la semejanza de sus raíces con la susodicha. Ahora Javi, que parece actuar como su segundo, saca del bolsillo unas piedrinas de las que dice que son del Neolítico, al tiempo que nos muestra madroños y árboles de boj, y dice que un artesano de la vecina Bureba hace cucharas de esa madera. El asueto y el condumio siguieron al esfuerzo no pequeño de bajar a los tejos y volver a remontar. Fue en ese momento cuando Jokin llamó desde Radio Valdivielso para reportajear en directo las impresiones de algunos, entre ellos, Pilarín, que se arrancó con un canto popular para solaz de los oyentes, los de su lado y los hercianos. Siempre hay a tu lado alguien como ella que va más alla que tú. La buena señora de Arroyo, con más de setenta años encima, fue un ejemplo para grandes y pequeños. Tras decidir con buen criterio que no subiríamos a la coronilla, desde donde se divisan los montes de La Rioja en días claros, iniciamos el regreso. Las pantorrillas y las uñas del dedo gordo tiran de lo lindo durante la bajada, ahora por la pista forestal. Pasadas las dos de la tarde llegamos cansados, sudados y contentos. En el cielo, tres buitres nos reciben. P.D. En 10 días subiré las fotos

Subida a La Hoz por la calzada romana desde El Almiñé


Created with Admarket's flickrSLiDR. (06.08.08) Adelantamos la caminata porque la tarde amenazaba tormenta. Frío sí que hacía aunque finalmente no descargó. Arriba, en el páramo, las nubes se tocan con la mano. Me sorprendió el volumen de la ermita, aumentado más aún por los edificios adyacentes, sobre todo para guardar ganado. Piedras grandes de sal hay esparcidas por las inmediaciones, por lo visto para que las ovejas las chupen, necesidad que tienen, según explica Paulino. Nosotros sí que nos chupamos los dedos con las torrijas de Mariví. Los bocadillos nos los trajo Vita, que subió con el coche a buscarnos. Sus rodillas ya no estás para estos trotes. Desde el final de El Almiñé nos echamos al monte por la calzada romana. Bien conservada está y ancha es, con su mediana y sus cortes transversales para sacar el agua. Muy pino el remonte, donde abundan las encinas al principio. A mitad camino la montaña rocosa abre su barriga para enseñar un corral de piedra derruido. Más arriba, donde la vía se va haciendo murallón por la izquierda para salvar el pronunciado desnivel, nos sentamos un rato y bebemos agua, cuando baja un grupito de caminantes. Las cagarrutas están por toda la ruta, llamada de la lana porque por aquí pasaban los arrieros de Castilla la Vieja camino del Cantábrico, que completamos en hora y cuarto. La niña es la primera en llegar. Y la mina de agua, un hallazgo. Una romería se celebra cada primer sábado de julio.

jueves, 30 de julio de 2009

Por el río Ebro: de Valhermosa a Cereceda

Created with Admarket's flickrSLiDR. Es un paseo muy agradable y cómodo. Salimos del puente nuevo de Condado por la margen derecha del río. Pasas por la fuente de Sagredo. Descubres zonas anchas del cauce con construcciones ruinosas en la otra orilla. Antes de llegar al siguiente puente, se ven los cuchillos (cumbres rocosas) de Panizares. En verano vas entre sol y sombra la mayor parte del camino, como nosotros el 14 de agosto de 2008, día al que corresponde el carrusel de fotos.

sábado, 18 de julio de 2009

Actividades de verano en el Valle, organizadas por Radio Valdivielso

El verano y las vacaciones ya están aquí. Aunque en Galicia el tiempo no es de playa, en el Valle de Valdivielso se pueden hacer mil cosas. Y una vez más, Jokin y sus amigos han organizado un cartel de actividades para los chavales; algo que no tiene precio, porque es impagable. En agosto del año pasado pude vivir la sesión con Pedro Barcina en la iglesia del Almiñé. La dulzaina y el tambor sonaban tan fuertes, que llenaban hasta arriba el templo abarrotado de chavales. Entusiasmados todos con las explicaciones y anécdotas de Pedro, nadie adivinó, ni él mismo, que su lección magistral sería la última. Pero sus estridentes corcheas sí lo sabían, saltando inquietas desde el pentagrama para besarnos a cada uno y a cada una. Un beso de despedida que guardamos para siempre y hoy retumba en nuestro corazón. Así que es una alegría grande ver el programa de este verano, con excursiones, músicas y otros cuentos. La vida al aire libre, al lado de un Ebro bebé, el trigo verde y los campos marrones de patatas, los caminos arcillosos y los cuchillos rocosos, las ciruelas y los tomates, San Pedro de Tejada y nuestra ermita de Santa Bárbara... Y esto no es un cuento.

lunes, 27 de abril de 2009

La Catedral de Santiago: claustro y campanas antiguas

Created with Admarket's flickrSLiDR. El día está luminoso. Algún turista ha pagado por ver las entrañas de la catedral de Santiago, sede de la tumba del Apóstol Santiago el Mayor y santuario de peregrinación. El año próximo 2010 es año jubilar compostelano, por caer el 25 de julio en domingo, algo que no se repetirá hasta 2021. Es una delicia contemplar el vientre de la basílica. Así que os dedico unas imágenes poco conocidas.

jueves, 12 de febrero de 2009

A PEDRO BARCINA, LA ALEGRÍA DE VALDIVIELSO. Por Jokin Garmilla, desde los estudios Pedro Barcina de Radio Valdivielso. Ilustración: Esther Pérez

Los que tuvimos la suerte de conocerte supimos de tu generosidad, de tu sencillez, de tu sabiduría, de tu prodigiosa memoria y, sobre todo, de tu alegría y tu bondad. De esa alegría que regalaste allá por donde pasaste en tus casi 82 años de vida. Pedro Barcina, Pedrito, el dulzainero de Valdivielso, nació el 10 de febrero de 1927 en Hoz. Aquel día de invierno no imaginaron sus vecinos que con él nacía un músico que marcaría las fiestas del valle durante los setenta años siguientes. A Pedro le esperaba una vida difícil, “muy trabajada” como él diría, una vida en la que “igual aro, que trillo, que cuido ovejas o que las ordeño”, una vida en la que, sobre todo, la música iba a marcar sus pasos. Con tres años se fue al que para siempre sería su pueblo, El Almiñé, con su tío Ramiro, y pronto descubrió su pasión por la música. Siendo niño mientras cuidaba las ovejas o ayudaba en las labores del campo, una paja de centeno o un cuerno se convirtieron en sus primeros instrumentos. Después una bomba de bici o su primera dulzaina, de barro, irían fraguando su pasión por las notas. Y aunque el bombo, el acordeón o el clarinete conocieron sus dedos fue la dulzaina su compañera inseparable. “Abuelos, padres, hijos y nietos han bailado conmigo” solía contar y es que el sonido de sus dianas ha sido el referente de cuatro generaciones y es que Pedro era capaz de hacer bailar lo mismo un pasacalle tradicional que el último éxito del verano. Músico popular, música del pueblo. De una fiesta a otra, caminando por el monte, de noche, en bici, con el bombo a cuestas, durmiendo en pajares, invitando a caramelos malvavisco a las chicas…y siempre, siempre con humor, con miles de anécdotas, de canciones, de coplas compradas, de letras inventadas. Y “siempre lo hacia con cariño y con amor, jamás he tenido un jaleo en ningún lado” decía. Gorio, Senén, Santiago (durante 23 años), Marcos o Luís Andrés le acompañaron en su andadura y miles, miles de personas le gozamos en su generosa labor. Empezó con apenas 14 años con un bombo por 18 pesetas y no paró hasta hace unos meses cuando la parca enamorada empezó a cortejarle. Le creíamos eterno por su fuerza juvenil, por que el niño que llevaba dentro le rejuvenecía en su sonrisa, porque su mala salud de hierro (el asma y la diabetes nunca le dejaron) la creíamos invencible. Los que tuvimos la inmensa suerte de conocerte jamás te olvidaremos y lucharemos porque tu memoria permanezca viva, y es que a tu lado uno sentía que el mundo era mejor, que todos podíamos ser mejores personas. Y aún hoy, una semana después de tu partida, aún hoy la tinta se emborrona y la garganta se ahoga recordando que te has ido... Pero no te preocupes Pedro, nos enseñaste a superar los malos momentos y estamos seguros de que tu risa, el sonido de tu dulzaina, las anécdotas de tu memoria, tantas y tantas historias contadas pronto nos traerán la alegría que hoy no encontramos. Bastará con mirar a cualquier rincón de Valdivielso, allí estarás tu. Allí estará la alegría de Valdivielso. ¡Que viva Pedro, que viva! ¡Viva!

jueves, 29 de enero de 2009

Añorado Pedro Barcina

La primera noticia la recibí por correo electrónio, ayer. Se había muerto Pedro Barcina. Nos dejó impresionados en casa. Aún tenemos el recuerdo vivo de este verano, cuando dedicamos una tarde a escuchar sus lecciones y vivencias con la dulzaina. Los niños, sentados en los bancos de la iglesia del Almiñé, escuchaban y aplaudían a Pedro. El mismo templo donde ayer se celebró su funeral -no cabía un alfiler-, según contó mi suegra por la noche. En la voz se le notaba la tristeza. Vivo tengo el recuerdo también de la fiesta de la Merindad de Valdivielso, poco antes del verano. Su ímpetu y gracejo animaban el baile en el atrio de la iglesia de Valdenoceda. Mucho me gustó aquel rato, incluso bailé con Milita. Pedro Barcina, una institución en el Valle y más allá. Y aún lo veo soplando y recorriendo las mesas en Goián, cuando se casó la Vita. Ayer en Galicia el viento también soplaba fuerte, como Pedro con su dulzaina, cuyo sonido estridente y festivo escucharemos siempre. Añorado Pedro Barcina.